Siempre hay buenos motivos para ir a tomar unas cañas y unos pinchos a Lizarran y compartir algo. Pero este lunes tendremos uno especial: la celebración de San Jorge y Sant Jordi, un día que es festivo en Aragón y Castilla y León, y que en Cataluña (donde, por cierto, es día laborable) adquiere un significado especial con la costumbre de regalar rosas y libros. Y como todo, tiene su explicación.

Según la leyenda, Sant Jordi mató un dragón que iba a devorar a una princesa que las gentes del pueblo le habían entregado para mantenerlo aplacado. De la sangre del dragón, sigue la historia, creció una rosa que el caballero entregó a la rescatada. De ahí viene la costumbre de regalar esas flores a las mujeres, que según algunas fuentes, se remontaría incluso hasta el siglo XV.

Sin embargo, desde hace unas décadas, la celebración se enriqueció con la instauración del Día del Libro, una fecha escogida porque tradicionalmente se ha considerado en la que fallecieron Miguel de Cervantes y William Shakespeare (aunque la realidad es que esa coincidencia no es cierta). El regalar un libro se convirtió en costumbre, hasta el punto de que, en nuestros días, Sant Jordi es una fiesta marcadamente popular, en la que los libros salen a las calles y los lectores tienen la oportunidad de llevarse a casa un ejemplar dedicado de puño y letra por sus escritores favoritos, que hacen jornadas maratonianas atendiendo a miles de personas. Tanta es la fama de ese día, que la Unesco hizo suya la celebración y extendió el Día del Libro a todo el mundo.

Antes, la tradición era que los hombres regalaran rosas a las mujeres, y éstas libros a los hombres. Hoy, la cosa ya está más entremezclada, y ya lo más frecuente es regalarse indistintamente un libro acompañado por una rosa. Y unas y otros pueden entregarse en los Lizarran que estarán esperándote para tomar un respiro entre libro y puesto de flores para refrescarte, tomar fuerzas para seguir recorriendo la calle y darle ese ejemplar dedicado por su autor favorito a esa persona tan especial.